Artículo publicado en la revista del Colegio de Ingenieros
Ingresé a la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile en 1951 y tuve la buena fortuna de conocer un período extraordinario de cambios que determinaron la vocación por la Ciencia de numerosos estudiantes, los que luego fueron responsables del desarrollo de la Física, las Matemáticas y muchas otras disciplinas en el país.
Los cambios de un sistema en general pueden ser graduales, pero a veces son acelerados. Al entrar en la Facultad, como joven provinciano, me encontré con una estructura nueva para mí: estaba en la Universidad de Chile, donde existía una tradición centenaria de excelencia, todo estaba cuidadosamente organizado, los alumnos habían pasado por una selección exigente, los profesores eran en su mayoría grandes ingenieros que transmitían su experiencia de trabajo en importantes empresas, y en su mayoría estaban contratados a jornada parcial. Nadie podía imaginarse que tal situación pudiese cambiar. Sin embargo, durante los años '50 y '60 se produjeron transformaciones fundamentales que culminaron con la Reforma Universitaria de 1968.
Todo cambio necesita la existencia previa de ciertas semillas que logran introducir las modificaciones "genéticas" destinadas a desarrollarse dinámicamente. Un ejemplo de ello es Sergio Rodríguez, quien estaba tres años más avanzado que yo en la Escuela. Sergio era considerado por todos como el mejor alumno que había pasado por la Facultad en mucho tiempo. Se le llamaba, amistosamente, el "Mateo Rodríguez". Gozaba del respeto de los profesores y de sus compañeros. Los que tenían problemas difíciles de resolver podían recurrir a él. Era sencillo, tenía buen carácter y un educado sentido del humor. Vivía cerca de la Facultad. Una vez fui a su casa y me mostró su biblioteca. Era ya la biblioteca de un científico, con libros en inglés y en francés, bien organizados, que cubrían las distintas disciplinas, pero sobre todo las Matemáticas y la Física. Me iba mostrando los libros, uno tras otro, indicándome la importancia de cada uno.
Su impresionante capacidad de autoformación dio lugar una vez a un curso extraordinario sobre Cálculo Tensorial que no estaba en el programa de la Escuela, (no podía estar.. ningún profesor estaba en condiciones de hacerlo en la época). Pues bien, él lo hizo! y tuvo a los mejores alumnos de la Escuela en sus clases. Recuerdo bien a Jacobo Rappaport, Igor Saavedra, Jorge Zamudio, Enrique Calcagni, y muchos otros. Sergio inició el curso con buen humor, diciendo que el Cálculo Tensorial no era otra cosa que una generalización de lo que ya conocíamos todos. Y comenzó la danza de sub-índices, super-índices, derivadas covariantes, rango de los tensores y todo lo demás. Y todos fuimos entrando en ese universo de formalismos multidimensionales, que nos permitían visitar los espacios curvos y la Relatividad General. Entendíamos gracias a Sergio Rodríguez.
Un día me dijo muy naturalmente que él quería ser Físico. Ser Físico en aquella época era algo inimaginable en Chile. La única posibilidad era tener una beca para estudiar en el extranjero. Pero ellas eran otorgadas por las diferentes embajadas a gentes que ya tenían un título universitario y que querían profundizar los estudios en sus especialidades. Nada de parte del Gobierno o de las universidades. Sin embargo, la suerte estuvo de su lado. Su padre, que era general de Ejército, fue nombrado agregado militar en la Embajada de Chile en Perú. En tal cargo, recibía el sueldo en dólares. Inteligentemente, cortó una parte de su sueldo, y le otorgó una beca a su hijo. El mejor alumno de la Escuela de Ingeniería, a pesar de eso, no tenía la posibilidad de tener una beca en ese tiempo, y recibía, finalmente, una beca de su padre.. Es así como Sergio pudo ir a la Universidad de Berkeley, donde se doctoró en Física. Fue alumno de Charles Kittel, quien es famoso por sus contribuciones a la Física del Estado Sólido. Luego fue contratado por la Universidad de Purdue, donde hizo toda su carrera. Aún sigue activo y es reconocido como Profesor Emérito de la Universidad. Ha venido a Chile en repetidas ocasiones, y jamás deja de tomar contacto con las universidades, y contribuir con seminarios sobre sus últimas investigaciones.
Otra de las semillas de la época era la calidad de ciertos profesores que inspiraban con sus enseñanzas de Ciencias Básicas. Entre ellos estaban don Domingo Almendras en los cursos de Matemáticas y don Arturo Arias en Mecánica Racional. En particular, don Domingo tuvo la suerte de estudiar en Francia en los años treinta. Allí fue privilegiado por tener profesores de la calidad de Vito Volterra, Maurice Frechet y Gaston Julia. (Este último, nos contaba don Domingo, había estado en el frente durante la primera Guerra Mundial y allí había perdido la nariz y un brazo). Con ellos aprendió las nuevas Matemáticas que imponían un rigor topológico basado en el estudio local de las funciones como transformaciones del interior de un disco de radio epsilon en otro de radio delta. Se pueden imaginar el impacto de esta forma de ver las funciones, cuando otros profesores continuaban usando los métodos del siglo dieciocho!
Su influencia en la enseñanza de las Matemáticas fue tan importante que finalmente la Facultad decidió darle un cargo de profesor de jornada completa. Pudo entonces tener una oficina en la Facultad, y desarrollar actividades que iban más allá de las clases. En particular, estableció lo que llamó "Seminario de Matemáticas", que consistía en realizar presentaciones sobre temas interesantes que no se tocaban en los cursos. Los encargados de presentar los temas eran los alumnos miembros del Seminario. Como me interesaba el dibujo, don Domingo me encargó hacer cada semana el aviso de la charla correspondiente. Estos paneles incluían una foto del matemático francés Henri Poincaré, el tema y el presentador. Gonzalo Reyes Cavada, actualmente profesor de Lógica Matemática en la Universidad de Monreal, estaba encargado de presentar un tema sobre Geometría No-Euclideana. Con el fin de aligerar el anuncio, escribí que el tema sería dictado "por el geómetra Gonzalo Reyes". Luego de colocar el afiche, vi a don Arturo Arias acercarse a leer el contenido en la forma tan seria que lo caracterizaba. Ajustó sus lentes, tal como acostumbraba, esbozó una sonrisa muy complacido y se alejó.
Otra de las iniciativas de don Domingo fue la publicación de una "Revista de Matemáticas" que permitía a quienes las aplicaban a diversos problemas de la Ingeniería, dar a conocer métodos y resultados obtenidos en la Facultad. Recuerdo con cariño esta revista, pues fue en ella que publiqué mi primer artículo científico.
Don Domingo era todo un personaje, sus clases influyeron en muchas generaciones de estudiantes. La calidad de su enseñanza era reconocida por todos. Hablaba serenamente, pero con un estilo muy personal. De vez en cuando contaba alguna historia con un sentido del humor muy propio. Entonces hablaba cubriéndose un poco la boca con la mano, y un esbozo de sonrisa tranquilo y pícaro. Una de las historias que recuerdo es la siguiente. Hablando de un cierto personaje dijo con ese suave tono de voz tan suyo: "Ese tenía un dispositivo automático que le ligaba la boca con la pata, porque abría la boca... y metía la pata." Sus estudiantes conocían muchas de estas salidas de don Domingo, y las contaban contribuyendo a enriquecer la imagen de este profesor sobresaliente. A pesar de los años, sigue siendo recordado y actualmente, la biblioteca del Departamento de Matemáticas de la Facultad lleva su nombre.
Todo lo anterior ilustra esas semillas que ya existían en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas antes de 1953, año en que asumió como Rector Don Juan Gómez Millas, quien fue un elemento esencial para el desarrollo de la actividad científica dentro de la Universidad de Chile. En esa época se lanzó una política estructurada para favorecer el desarrollo de la Ciencia a partir de las Facultades de Ingeniería, Medicina y el antiguo Pedagógico. Esto incluía la llegada de profesores extranjeros y, sobre todo, la formación de jóvenes científicos chilenos. Una de las personalidades claves en el desarrollo de un equipo de físicos jóvenes fue don Arturo Arias. Entre otras cosas, fue en torno a esta dinámica que se construyó la Facultad de Ciencias. Pero este tema tan importante debe ser tratado separadamente.